Queridísima Madre, que el Alfarero te hizo vaso agraciadísimo, que te construyó con todas las gracias e inmaculada y, obediente a su Divina Palabra, te mantuviste plena de Dios hasta vaciarte de ti misma, ruega al Espíritu Santo que en nosotros, vasos de barro, sople el aliento de hombre nuevo y nos aproximemos a tu realidad de vaso espiritual.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
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